Viajamos hasta el región Normandía, en el norte de Francia. Un auténtico tesoro de historia, cultura y belleza natural. A lo largo de esta ruta, desgranaremos tres de sus tesoros más icónicos: la ciudad de Ruán, la zona de las playas del desembarco de Normandía y mítico e icónico Monte Saint Michel.

Comencemos con Ruán, la capital de Normandía. Esta ciudad ha sido un crisol de historia y cultura durante siglos. Sus calles adoquinadas y arquitectura medieval te transportan a un pasado rico y fascinante.

Sin duda, el corazón de Ruán es su catedral gótica, una maravilla arquitectónica que inspiró a artistas como Monet. Juana de Arco también dejó su huella aquí, y su legado perdura en la ciudad.

La gastronomía normanda se disfruta en encantadores cafés y restaurantes locales. Ruán nos brinda una experiencia que nos sumergirá en la historia y el encanto de los orígenes vikingos de Normandía.

Continuando nuestro viaje, llegamos a las playas del desembarco de Normandía. Estas playas, como Omaha, Utah, Gold, Juno y Sword, son más que hermosas extensiones de arena.

Aquí, en 1944, tuvo lugar el Día D, un momento crucial en la Segunda Guerra Mundial cuando las fuerzas aliadas liberaron Europa del yugo nazi. Visitar estas playas es un tributo a la valentía y el sacrificio de aquellos soldados que lucharon por la libertad.

Los museos y monumentos conmemorativos a lo largo de la costa nos sumergirán en este acontecimiento bélico, y sentiremos la emoción de estar en un lugar donde se escribió un capítulo importante de la historia del siglo XX.

Nuestro último destino es el Monte Saint Michel, una obra maestra arquitectónica en medio del mar.

Esta abadía medieval, construida en una isla rocosa, es un prodigio de la ingeniería medieval. La vista del Monte Saint Michel emergiendo sobre las aguas es inolvidable.

Además de su belleza arquitectónica, el Monte Saint Michel es un lugar mágico debido a las mareas que lo rodean.

El nivel del agua sube y baja drásticamente, lo que significa que la isla puede estar rodeada de agua o convertirse en una extensa llanura de arena en cuestión de horas. Explorar esta abadía y su entorno es como viajar en el tiempo.